Un ciudadano, echo el chistoso, se ‘ganó’ una multa de 470 dólares por haber invadido un espacio restringido del Metro de Quito. El usuario contó- después de ser detenido- que se trataba de una broma. Él saltó hacia los rieles del sistema para recuperar su cédula.
Esa broma representó el despliegue de un operativo de seguridad, para rescatar al usuario, la paralización del servicio mientras se hacía el rescate y una alarma que asustó al resto de pasajeros.
La multa impuesta por el Metro de Quito es una de las medidas que contempla a quienes infrinjan o no respeten las normas de uso de uno de los principales sistemas de movilidad de los ciudadanos que viven en Quito.
El Municipio de Quito aprobó una ordenanza para el funcionamiento del metro, la cual regula el uso y establece los derechos y los deberes de los usuarios que utilicen este sistema de transporte. Claramente, se determina que los pasajeros están obligados a respetar las disposiciones y que una acción atentatoria puede implicar sanciones.
Por esa razón, los usuarios deben tener claro que un bien como el Metro de Quito no se construyó para que lo usaran para bromas, pintarlo, hacer grafitis o destruirlo. No está por demás recordar que la construcción costó más de 2 000 millones de dólares, lo cuales se financian con recursos de los impuestos de los quiteños y del resto de ecuatorianos.
Esa costosa inversión y la mega-obra no deben ser opacadas por los actos irresponsables o vandálicos de las personas que creen que pueden ‘afectar ‘jugar’ con las instalaciones del Metro de Quito.
Bromas como la del usuario que saltó a los rieles pueden poner en mal predicamento al servicio y la obra del Metro de Quito. Ese tipo de acciones pudieran representar -con el tiempo- una pérdida de valor y mala imagen sobre una construcción muy costosa para la ciudad.
Las autoridades del Metro de Quito deben aplicar esas sanciones ejemplares, para que este sistema de transporte se mantenga en el tiempo y no pierda su valor patrimonial.