Quito fenece

“Quito renace” -¿Renacer es gastar dinero municipal en un logo rudimentario, como símbolo icónico de la ciudad, un trazado tosco de un sol infantilmente dibujado y colocado sobre unas letras caricaturescas que parecen rayar la palabra Quito?-   o renacer ¿es haber adulterado el tradicional e histórico escudo de Quito en un rediseño de mal gusto, con un fondo de los colores propios de la Revolución Ciudadana? 

¿Son estos ridículos hechos el ícono de la gestión del gobierno municipal? 

Quito se engalanaba y lucía altivo, orgulloso, del liderazgo de personajes visionarios y afanosos por mantener vivo el quiteñismo, el amor a este terruño; su recordada labor,  consensuada con las autoridades gubernamentales, de la más variada ideología, fue fértil e innovadora; como no mencionar unos pocos ejemplos de inolvidables burgomaestres: Julio Moreno Espinosa, Jaime del Castillo, Sixto Durán Ballén, Álvaro Pérez, Rodrigo Paz, Jamil Mahuad, Roque Sevilla, Paco Moncayo, Andrés Vallejo, tan lejanos en el recuerdo capitalino, pues sus recientes sucesores, han privilegiado sus compromisos partidarios a las necesidades ciudadanas. 

Nuestra capital está inmersa en una situación crítica, sin precedentes en la historia reciente. El desorden campea en la ciudad, los vendedores ambulantes repletan varios lugares, avenida Naciones Unidas, parque la Carolina, la Río Coca, las calles del centro histórico y rompen el orden que, hábil y estratégicamente, había conseguido el alcalde Paco Moncayo. Llegado el atardecer e instalada la noche, todo ese complejo central tradicional luce abandonado, como lugar fantasmal. Llena de tristeza contemplar los efectos de una carencia total de planificación ocupacional y de vivienda, en el abandono de la avenida 10 de Agosto y en la degradación del otrora, distinguido y acogedor, barrio de La Mariscal, convertido en un foco de drogadicción e inseguridad.  El deterioro urbano es evidente. Nos atormenta una parálisis institucional, sin una clara dirección. 

Han transcurrido dos años desde la elección, con un margen muy reducido de votos, del alcalde actual y su gestión ineficiente carente de estrategias y de visión. No ha conseguido armonizar con el Concejo Municipal, lo ha dividido y hay un importante grupo de ediles que cuestionan sus improvisaciones y denuncian públicamente actuaciones cuestionables en varias contrataciones, inclusive piden la presencia de la Contraloría General del Estado. 

No existe una sola obra de trascendencia que sea símbolo de eficiencia administrativa y aquellas realizaciones, que son indispensables para mejorar la movilidad y el congestionado tránsito vehicular, no han sido solucionadas. Urge la construcción de un nuevo túnel de intercambio entre la ciudad y los valles de Cumbayá, Puembo, Pifo y Tumbaco. Ha pasado mucho tiempo desde que, en la administración del General Moncayo, se hizo realidad el tan esperado túnel, que ahora es insuficiente, para el notable incremento de tránsito vehicular, resultado del traslado poblacional a los valles que, en mucho, obedece a los permisos indiscriminados e ilegales que los Concejos Municipales, impulsados por unos pocos conocidos concejeros, otorgaron a inescrupulosos constructores que, han levantado enormes y feos edificios habitacionales, deshabitados en gran parte, en quebradas y en lugares que tenían prohibiciones para alojar este tipo de complejos. 

El país y los ciudadanos hemos escuchado un sinfín de promesas y ofrecimientos incumplidos, porque la ejecución presupuestaria de los administradores es mínima, apenas un 17% en el 2025 (cinco de las diez administraciones zonales tuvieron una ejecución inferior al 1%). Esta es la razón para que barrios enteros carezcan de atención y los baches repleten las calles capitalinas y las de los valles aledaños y ocasionen serios desperfectos en los vehículos que, con gran frecuencia caen en ellos. 

El Metro, ha constituido un problema insoluble para la administración municipal. En un inicio no funcionaron todos los trenes, se mantienen problemas de la ventilación y hasta este momento, pese a las advertencias de empresas especializadas, no existen contratos de mantenimiento de este importante sistema de transporte. Son frecuentes las paralizaciones y retrasos del servicio, que se ha vuelto de inmensa utilidad para los quiteños, que tienen que soportar estas molestias hasta cuando, por ineficiencia, subsistan. 

Con disgusto y asombro la ciudadanía ha observado que la mayor preocupación del burgomaestre es actuar dentro de las líneas estructurales que sus líderes y su partido establezcan, los intereses de la ciudad son secundarios, para servir a “su revolución” no duda en utilizar la Radio Municipal, que es de todos los quiteños, con fines y propaganda políticos sectarios;  tampoco tuvo ningún recato, a pesar de su importante posición, de sumarse y dirigir la campaña política de la candidata de su partido a la presidencia de la república. 

En conclusión, el actual alcalde ha defraudado las expectativas que habían de su gestión, que ha sido deficiente, ausente de obras prioritarias y repleta del compromiso político que ha frenado su cometido edilicio. Luchemos firmes por rescatar nuestra ciudad y evitar que fenezca.