La ética en la economía: Más allá del lucro

La economía está presente en cada rincón de nuestra existencia, ya sea al producir un bien, al intercambiar un servicio o al consumir. Desde el agricultor que cultiva hasta el consumidor que compra, todos somos agentes económicos. Nuestra participación diaria moldea un entramado de relaciones entre los agentes económicos que satisfacen las necesidades individuales y colectivas, impulsando la vitalidad de la sociedad.

En el sistema capitalista, la búsqueda de la ganancia y la acumulación de capital son las fuerzas que animan a producir y a ofrecer productos y servicios. Esta dinámica, si bien impulsa la innovación y la eficiencia, a menudo crea una tensión. Los productores buscan el máximo beneficio, mientras los consumidores y trabajadores persiguen el menor costo o la mayor utilidad. En este escenario, el Estado actúa como un garante del equilibrio, utilizando leyes e instituciones para asegurar el buen funcionamiento del sistema.

Sin embargo, este delicado andamiaje se desestabiliza cuando la transparencia y la honestidad se quiebran. La ambición desmedida por el lucro puede llevar a ignorar normas sociales e institucionales, dando paso a una erosión de la ética.

Cuando la ética se desintegra, las consecuencias son palpables y profundas. La distribución de los beneficios económicos se vuelve desigual e inequitativa, creando un descontento social que puede desembocar en crisis de valores. La prioridad deja de ser el trabajo honesto para dar paso a la obtención de ganancias por cualquier medio.

La sociedad de consumo moderna exacerba este problema. El culto al dinero fácil y rápido, el materialismo y el hedonismo se convierten en el nuevo paradigma. En esta atmósfera, la crisis de la ética se infiltra incluso en las instituciones encargadas de velar por el cumplimiento de las normas, alimentando la corrupción y la desconfianza generalizada. La falta de integridad en los sectores reguladores y la impunidad frente a los actos deshonestos terminan por socavar los cimientos de la confianza pública y la estabilidad económica.

Los recientes casos de apropiación de recursos públicos en el país son el ejemplo más claro de esta voracidad desmedida. Estas acciones, impulsadas por la codicia, no solo representan un robo al patrimonio colectivo, sino que privan a los ciudadanos de su derecho a una vida digna, al desviar fondos destinados a mejorar sus condiciones de vida.

Para evitar que el afán de lucro descarrile el bienestar colectivo, es imperativo reorientar nuestro camino. Se trata de construir un nuevo imaginario colectivo que trascienda la mera acumulación material y el individualismo.

Las empresas, los consumidores y el propio Estado deben comprometerse con estrategias que fomenten la transparencia y la responsabilidad social. Esto implica desde la adopción de prácticas laborales justas hasta la promoción de un consumo consciente. Es un esfuerzo conjunto para redefinir el éxito, no solo en términos de ganancias, sino también en el impacto positivo que generamos en nuestra comunidad.

Para que la economía ecuatoriana prospere y beneficie a todos, es indispensable rescatar la ética como su principio rector. El gobierno tiene la responsabilidad ineludible de liderar esta transformación en el marco de sus competencias. Su rol es ser el primer garante del cumplimiento de las normas, especialmente aquellas que emanan de la Constitución de la República. Debe ser un ejemplo de transparencia y rectitud, demostrando con sus acciones que la legalidad no es negociable.

La lucha contra la corrupción, particularmente la que se manifiesta en sectores tan sensibles como la salud, no puede ser un simple discurso. La operación de mafias en este ámbito, protegidas por un manto de impunidad, es un ataque directo al bienestar de la población. El gobierno debe asumir un papel protagonista en desmantelar estas redes criminales y asegurar que los responsables rindan cuentas. Solo así podremos construir una economía justa y sostenible, donde la prosperidad no se base en el privilegio y el delito, sino en la honestidad, el trabajo y el respeto a la ley.