La doble cara cobra tarde o temprano

Quienes creen que, en una campaña comunicacional, sea de gobierno o electoral, todo vale, están equivocados. La ética, la responsabilidad con la sociedad y la democracia no debiera salir del norte de los estrategas y políticos, especialmente en estos tiempos de desinformación y polarización, donde la manipulación se ha convertido en la estrategia a seguir.

La razón fundamental es que, si continuamos con esa constante dosis de mentiras, falsas expectativas, adormecimiento y mucho entretenimiento a las audiencias que con tanto ahínco buscan en épocas electorales, esos mismos electores (ciudadanos) continuarán mostrándose cada vez más reacios a apoyar sistemas democráticos, participar en política y respaldar diálogo, el entendimiento, el pluralismo. Consecuentemente, las crecientes cifras de cuestionamientos al sistema, de incredulidad hacia los representantes electos y las instituciones de un país llegarán al máximo. En ese momento, la mesa para una fácil instalación de autoritarismos o dictaduras quedará servida. ¿Acaso ese es el objetivo final? Muchos dirán que sí y que no lo permitirán, otros que no, que son las reglas del juego democrático y que se trata únicamente de oponerse por oponerse a quienes detentan el poder. La realidad es que el conflicto no cesará.

Hay otro riesgo: el incremento de la violencia. La incapacidad de procesar los desacuerdos, la cancelación de quienes no piensan o comparten creencias o principios del grupo al que se pertenece, la crítica sin sentido basada únicamente en el miedo infundado al otro o a lo que me han dicho que no es como yo, puede rebasar las disonantes “conversaciones” de las redes sociales a hechos concretos. ¿O cómo se explica que meses atrás, por ejemplo, en Ibarra, la xenofobia contra los venezolanos haya llevado a que se los saque de sus casas e incluso se los golpee?

No cabe duda que la mayor batalla comunicacional de los últimos años está en las redes sociales. Es en ellas donde se lucha segundo a segundo por captar la atención de los usuarios en función de las emociones que son capaces de desatar, con el apoyo de los contenidos que viralizan los famosos trolls centers y los influenciadores. Las víctimas: cualquier persona, puede que esté mal informada, asustada o parcializada, pero corre un grave riesgo.

Y pese a saber esto, tenemos las campañas políticas (insisto de Gobierno o electoral) que tenemos. Hace unos días, un amigo me comentaba, a propósito de la campaña para asambleístas pasada, sobre su preocupación frente a un candidato de ADN que en su cuenta de Tik Tok, a donde llegaba, se sacaba su camiseta. En tono de broma me decía, iba por la playa o pasaba por cualquier sitio y tenía que mostrar su torso desnudo. “Me encantará –me dijo- ver cómo piensa afrontar su papel de asambleísta, frente a otros muy hábiles políticamente, especialmente de la RC, donde quitarse la camiseta no creo que le ayude”.

Podemos tomar también como ejemplo el giro discursivo de RC en dos temas sensibles: la dolarización y la Ley de Comunicación. Como todavía no ha surgido nada más popular que cobrar los sueldos en dólares, ahora se muestran como los interesados en que conste en la Constitución que la moneda local es el dólar y que no apoyan el control de la comunicación. Sin embargo, ¿estarán dispuestos a renunciar a su proyecto político donde estos dos temas son importantes?

La doble cara no puede ni debe seguir en la política. La ética debe volver.