La falacia es materia de estudio en la academia, pero también en otros ámbitos, pues en la vida diaria practicamos –a veces, sin saberlo- falacias que son, en esencia, argumentos incorrectos y psicológicamente persuasivos, según Irving Copi.
La falacia es un argumento incorrecto, pero psicológicamente persuasivo. Es un razonamiento no válido, desde el punto de vista de la Lógica. Es un juicio falaz, que tiene una fuerza inusitada, que depende de su carácter –supuestamente- convincente, porque asume la apariencia de estar correctamente construido.
Todas las falacias son razonamientos que vulneran alguna regla lógica. Así, por ejemplo, se argumenta de una manera falaz cuando en vez de presentar razones adecuadas en contra de la posición que defiende una persona, se la ataca y desacredita.
Aristóteles postulaba la existencia de trece tipos de falacias, pero hoy conocemos una cantidad superior y diversas formas de clasificación para entenderlas. En líneas generales, un argumento no será falaz cuando tenga validez deductiva o inductiva, premisas verdaderas y justificadas, y que no caiga en la llamada petición de principio.
Ejemplos de falacias:
“Yo tengo la razón, porque soy tu padre y los padres siempre tienen razón”.
“Papá ama el brócoli. Mi hermana ama el brócoli. Toda la familia ama el brócoli”.
“El sol sale después de que canta el gallo. Por lo tanto, el sol sale debido a que canta el gallo”.
“Una mentira repetida mil veces se convierte en verdad”.
ÑAÑO, ¿cómo estás BROTHER?
El profesor Daniel Prieto Castillo, argentino, autor de “Análisis de mensajes” arguye, desde el discurso, un enfoque semiótico de las falacias como parte de juicios incorrectos, “mal pensados”, “malinterpretados” por sus emisarios, y defendidos sin argumentos.
Manuel Atienza, catedrático español, en “El derecho como argumentación jurídica”, sostiene “que la democracia presupone ciudadanos capaces de argumentar racional y competentemente en relación con las acciones y las decisiones de la vida en común”.
La falacia, en esencia, es un pensamiento incorrecto, una verdad a medias o una media mentira. Lo dice Don Correcto.