Cartas a Quito / 6 de septiembre de 2025

La Carta a García: filosofía del deber cumplido

Hay textos que, aun siendo breves, contienen una fuerza moral capaz de atravesar el tiempo. La Carta a García, escrita por Elbert Hubbard, en 1899, es uno de ellos. No es un cuento adornado ni una novela ambiciosa, sino un ensayo que recoge un hecho concreto y lo eleva a categoría universal. El episodio es conocido: durante la guerra hispana, estadounidense, el presidente McKinley, confió al teniente Andrew Rowan, la misión de entregar un mensaje al general cubano Calixto García. Rowan, aceptó, partió y cumplió. Sin preguntas, sin condiciones, sin excusas. Ese gesto, en apariencia simple, encierra una filosofía de vida. Hubbard, no elogió la guerra ni al militarismo, sino a la actitud del hombre que sabe responder al deber sin evasivas. “Llevar la carta a García” se transformó en metáfora de la responsabilidad, del valor silencioso de la acción. Allí donde otros se pierden en explicaciones o en dudas, Rowan, nos recuerda que el deber no admite aplazamientos. La reflexión trasciende la anécdota histórica. Nos habla de la esencia de la responsabilidad humana: cumplir lo que corresponde aun cuando nadie observa, perseverar aunque las circunstancias sean adversas, responder con hechos en lugar de palabras. Esa es la verdadera medida de la madurez y la libertad. Hoy, cuando la sociedad parece atrapada entre la prisa y la evasión, la vigencia de este ensayo resulta sorprendente. La pregunta es directa: ¿somos capaces de llevar nuestra carta a García, cualquiera que sea? ¿O preferimos refugiarnos en pretextos y justificaciones interminables? Hubbard, nos invita a pensar que la grandeza no está en discursos rimbombantes, sino en la sencillez de cumplir. No se trata de obedecer sin pensar, sino de asumir con entereza lo que nos corresponde. Filosofía del deber cumplido, diríamos hoy: actuar con conciencia, con voluntad y con convicción. Más que un relato del pasado, La Carta a García, es un espejo donde cada uno se mira. Y la respuesta, inevitablemente, es personal: ¿llevaremos la carta o seguiremos buscándole excusas al camino? ¡Y el tiempo sigue su marcha..! 

Elio Roberto Ortega Icaza

El campo

“” Se define como un terreno fuera de las áreas urbanas, con vegetación y apto para el cultivado o pastoreado”. Me refiero específicamente a este grupo humano que les llamamos “los campesinos”, refiriéndonos a quienes viven en la zona rural y tiene su relación directa con la tierra y se dedican a la producción de alimentos y otros productos agropecuarios.

Campesino no es solo el que posee la tierra, sino el que hace las labores agrícolas, sin ser dueño de un pedazo de tierra y que vive de una remuneración por su trabajo. Hermoso vivir en el campo, al aire libre, escuchar el cantar de las aves, cosechar los productos directamente de la naturaleza, Todo suena bonito con paisajes y libres del mundanal ruido de la ciudad; lugar de descanso, nutriéndose de la savia de la tierra.

Más, todo cuanto tú te sirves, todo cuando tu vez florecida, tiene su historia de sacrificio, de entrega y de trabajo. Sin embargo, con todo placer y humildad, te reciben con el gusto de que les hagas de honor de visitarlos. A las autoridades de gobierno, que miren al campo, al agricultor, al campesino, al montubio, al indígena, al chazo que produce la tierra con sacrificio, con mucho esfuerzo físico y cuando viene la producción, los intermediarios, son los que acaparan el esfuerzo de su trabajo, pagándoles o mejor dicho haciéndoles el favor de comprarles a precio de miseria, que solo les permite poder pasar con las completas hasta las nuevas cosechas y si, por las lluvias, el fuerte calor o por otras causales, como una plaga, no se produce bien, entonces pedir un crédito al chulquero, al banco y tratar de salir adelante es la única opción que tienen. No hay la política de gobierno, de asegurar al agricultor en su producción, que les proteja. Muchos vuelven a salir mal en la nueva cosecha, con lo que les queda tratar de pagar con sus animalitos lo que deben y se tiene que defender como puedan para seguir viviendo. Esa es la realidad del campesino o de la mayoría que vive del campo, Por eso otros emigran, abandonan sus tierras y van a buscar fortuna (oportunidades) en otros lares.

Sí, señores del gobierno, pongan sus ojos en el campo y en su gente. Ahí hay mucha injusticia, muchas insatisfacciones y muchas necesidades. El tener ganado, el sembrar arroz, maíz, (en la costa) papa, maíz, cebada, trigo (en la sierra) y muchos productos más, no significa que van a ganar o tener ingresos considerables. La gran mayoría tiene parcelas de pocas cuadras. Si tuvieran grandes extensiones, entonces ya no sería, el campesino, sino el empresario agrícola.

¿Que requieren, la gente del campo? Que les hagan vías carrozables, para sacar sus productos, que les provean de una semilla mejorada, que los insumos agrícolas producidos en el país o importados sean a través de los centros agrícolas, para evitar el abuso de los distribuidores. Que se reactiven los Centros de Acopio para que el intermediario, no abuse con el excedente de la producción y que el precio sea establecido semanalmente, por parte del Gobierno: precio de compra en la finca, en la pilladora o en el mercado mayorista, así como el precio de venta al público. Y por último que sea el estado el que negocie el excedente y pueda mantener regulado el precio de los productos. Así se evita especulación.

En eso deben los técnicos asesorar y el gobierno, además proporcionarles implementos de labranza gratis y darles crédito para importar maquinaria, exonerada de impuestos para que puedan tecnificar su siembra y su cosecha. Entonces estaríamos hablando de buscar no solo mejorar la situación del campesino, sino producir mediante la nueva técnica para mejorar la calidad y cantidad de rendimiento por hectárea. Así, motivar, a los jóvenes, a amar el campo para que vuelva a crecer la esperanza de un país de oportunidades para todos.

Lionel Efrain Romero Reyes