La gobernanza al principio fue acuñada por los tecnócratas y académicos en la década de los 90, y más tarde por los gobernantes y administradores sociales. Hoy, la gobernanza ha ingresado con todo rigor en el diseño y aplicación de las políticas públicas. ¿Qué sucede con la gobernanza en la educación?
Una aproximación conceptual
Según la RAE, la gobernanza es “el arte o manera de gobernar que se propone como objetivo el logro de un desarrollo económico, social e institucional duradero, promoviendo un sano equilibrio entre el Estado, la sociedad civil y el mercado de la economía”. En palabras simples, es la acción y efecto de gobernar o gobernarse.
El núcleo central del concepto de ordenanza alude a un propósito específico: promover un sano equilibro, entre el Estado, el sector privado y las organizaciones de la sociedad civil, para lograr un objetivo más amplio y complejo: construir gobernabilidad en el marco democrático de la sociedad.
Es importante resaltar que la gobernanza, en un Estado de derecho, constituye un mecanismo idóneo para establecer relaciones e interacciones positivas entre el Estado y la sociedad, mediante leyes, normas sociales y comportamientos que hagan posible la construcción del bien común; es decir, el ejercicio pleno del poder (político y social), mediante un lenguaje estructurado y decisiones compartidas, que fortalezcan los sistemas sociales (las familias, las escuelas, las instituciones de salud y el empleo), en un territorio determinado.
Gobernanza y gobernabilidad
La noción de “gobernanza” es polisémica y polémica. Se confunde muy a menudo con el término “gobernabilidad”. Aunque estos dos conceptos no son sinónimos, hay debate sobre los criterios que permiten distinguirlos. Ambos traducen la noción anglosajona de governance, aunque solo gobernabilidad traduce governability, que se usa de manera más restringida.
Los términos gobernanza y gobernabilidad se utilizan mucho en los ámbitos del management privado, de las organizaciones internacionales, de las ciencias sociales y de las instituciones políticas tanto nacionales como regionales.
La rápida difusión del vocablo gobernanza desde los años 1990 parece traducir la conciencia de un cambio de paradigma en las relaciones de poder. Se ha percibido la insuficiencia del concepto clásico de “gobierno” para describir las transformaciones que se han ido produciendo en el contexto de la globalización.
La gobernanza es una noción que busca -antes que imponer un modelo- describir una transformación sistémica compleja, que se produce a distintos niveles -de lo local a lo mundial- y en distintos sectores: público, privado y civil.
Para las Naciones Unidas, la gobernanza se refiere al proceso mediante el cual las instituciones públicas dirigen los asuntos públicos, gestionan los recursos comunes y garantizan la realización de los derechos humanos.
La gobernanza en la educación
Lo mencionado en líneas anteriores son supuestos teóricos y metodológicos, pero, en la práctica, no funcionan o funcionan a medias. Las causas son de diversa índole, y están instaladas en la mentalidad de la gente y en liderazgos no democráticos.
Si la gobernanza es el proceso de tomar y hacer cumplir las decisiones de una institución -comenzando por el Estado que es la sociedad jurídicamente organizada- en muchas ocasiones los caminos elegidos son incorrectos, por las tendencias a reproducir los errores del pasado o por alimentar intereses y no un orden social aceptable para todos.
En el ámbito educativo, las falencias se presentan con más obviedad, porque las escuelas se han convertido -con las excepciones del caso- en “depósito” de estudiantes por encargo de los padres de familia. Si bien los docentes trabajan en su ámbito, de conformidad con las disposiciones de las autoridades, el proyecto educativo de Centro es un documento poco evaluado y actualizado. La gestión educativa se concentra al interior de los establecimientos, y la articulación con el exterior es nula o casi nula.
Ámbitos internos y externos
Un punto de partida para mejorar la gobernanza en el ámbito escolar es reconocer la existencia de leyes, reglas, normas y acciones que estructuran, sostienen, regulan la vida educativa. A las reglas nacionales -de carácter obligatorio- se unen las reglas internas, cuya formalidad depende de un factor clave: el proyecto educativo, que constituye un referente importante para la toma de decisiones de sus actores.
Estas regulaciones no se construyen por generación espontánea, sino por procesos socio-educativos, de carácter deliberativos, que parten de problemas concretos, en los ámbitos pedagógicos, de salud y nutrición y de seguridad.
Un caso preocupante
Investigaciones recientes delatan la falta de presencia efectiva de las instituciones públicas del Ecuador en algunas ciudades afectadas por la violencia, que convierte a los niños, niñas y adolescentes en sicarios.
Romper el círculo vicioso de la violencia no es fácil, pero necesario y urgente mediante la presencia real y efectiva de un Estado/gobierno cercano a los ciudadanos que sufren atropellos y maltratos de diverso género.
No se trata de construir edificios -que existen-; no se trata de designar más burócratas -que en ocasiones sobran-; no se trata de insistir en la represión -que es necesaria-, sino generar una nueva gobernanza con gente preparada y sensible, e instituciones del Estado activas, a través de servicios públicos articulados -salud, educación, seguridad, cultura y empleo-, que permitan la recuperación del sentido de comunidad, identidad y pertenencia.