No saldrá de RC5, ya que no cree en los camisetazos (dejando implícitamente en mal predicamento a Marcela Aguiñaga si tomase ese digno camino); y, si sale del correísmo su primera opción sería retirarse de la política. Son las respuestas del Alcalde de Quito en una reciente entrevista, sin perjuicio de indicar que le genera incomodidad el apoyo de Correa & Luisa al gobierno venezolano, respaldo que también es de RC5, según un comunicado oficial. Curiosamente, como anticipándose a una eventual derrota o debilitamiento interno, el entrevistado, no dejó pasar la oportunidad para alabar a Luisa, a quien justamente él y su grupo allegado cuestionan su liderazgo y resultados.
Muñoz fue uno de los cinco suscriptores de la famosa carta en la que solicitaban a Correa un cambio en el liderazgo, específicamente refiriéndose a Luisa. Según el alcalde, el resultado de la misiva, más allá de los peculiares pronunciamientos al respecto por parte de Correa, que incluso los tildó de “tibios”, habría dado lugar a la asamblea del movimiento que tendría lugar en octubre, en la cual, en principio, se buscará definir la línea política (que lleva implícito el acercamiento o no a Noboa, algo que para los suscriptores de la carta pudiera tener sentido en razón de sus necesidades de financiamiento y apoyo del ejecutivo) y, la elección (o nombramiento) de la directiva.
“Camisetazo” es una expresión coloquial, que tiene por objeto graficar a alguien que repentinamente se quita la camiseta política del partido A para ponerse otra del partido B. Expresión que evidentemente tiene una connotación negativa, ya que puede implicar falta de coherencia ideológica, oportunismo, cálculo electoral o conveniencia personal, antes que convicción política.
Los argumentos de Muñoz, no serían una defensa de principios, es una dependencia de marca. Sin el escudo partidario, su capital político se evapora. Ese es el corazón del dilema: vestir la conveniencia con el ropaje de la coherencia. La palabra “camisetazo” nació para denunciar el transfuguismo oportunista. Pero aquí la vemos operando como palabra‑escudo.
El contexto agrava el punto. La Revolución Ciudadana atraviesa una crisis interna explícita, sumada a la mencionada carta. Quedarse callado en medio de esa tensión no es prudencia; es temor al destierro partidario. Por otro lado, la situación de Quito es crítica. La capital vive una etapa demandante de resultados: seguridad urbana, movilidad, agua, obras, metro, gobernanza metropolitana. En paralelo, el alcalde enfrenta un proceso de revocatoria que condiciona su cálculo. En política, quien se siente amenazado reduce su tolerancia al disenso. Por eso el “no creo en camisetazos” no puede tomarse al pie de la letra: es una afirmación estratégica en un tablero donde perder el amparo de la RC equivale, según él mismo, a salir del juego.
Pero, ¿quedarse significa respetar a los votantes que lo eligieron por RC5? Los votantes (se entiende) que no votaron por un delegado de un comité político nacional; eligieron un alcalde con deber fundamental hacia su ciudad. La lealtad a quienes vivimos en Quito no es obedecer a la cúpula; es rendir cuentas a la ciudadanía, incluso cuando eso incomode al partido. ¿Romper sería traicionar? No. Traición es usar a Quito como ficha en la disputa interna de un movimiento; dignidad es establecer condiciones públicas y verificables para permanecer. En un país de partidos débiles, el “camisetazo” fue síntoma de oportunismo. Pero existe otro tipo de camisetazo invisible: el de quien no se cambia la camiseta aunque deba cambiar la conducta, porque sabe que sin uniforme no juega. Ese es el verdadero camisetazo que hoy se niega: el cambio de dignidad por forzada disciplina interna. Evidentemente, Muñoz se escuda en evitar el camisetazo, cuando en realidad es miedo a su orfandad y olvido político. ¡Mientras que, lo que justamente Quito necesita, es que alguien se ponga de verdad la camiseta!